Al final de la octava misión y tras matar a un sin número de soldados y de señores fideos (si, los marcianos esos), llegamos donde encontramos al líder de los soldados acompañado de otro par de señores fideos y repentinamente aparece una nave espacial con forma de esfera que destruye el tanque de lo que pareciera una imitación de Hitler y a quien secuestran.
Acto seguido, tienes que derrotar a esa esfera mientras esquivas sus ataques con láser, los ataques de las naves con señores fideos que te disparan, obviamente la mejor manera de lidiar con esto es matándolos.
Tras lograr hacer caer esa nave uno esperaría por fin empacar todo e irse a casa ¡pero no!, aparece la señora nave espacial que levanta la anterior nave y la acopla a ella y ahora tienes que encargarte de esta «navesota» aunque ya no solo pues ahora los soldados, los que antes te querían matar, ahora te ayudan para salvar la tierra de esta invación alienígena. Igual que antes, tendrás que «rifarte» como los grandes matando más señores fideos, esquivar los ataques, lanzar granadas, dispararle con los lanzacohetes, con ametralladora pesada, laser’s, y hasta con la chancla para poder derrotarla, aunque en esta ocasión los soldados te facilitarán ese clásico tanquesito para que le hagas bastante daño, es más, hasta el señor de los kame-hame-ha te ayuda.
Tras la intensa y encarnizada batalla llega lo más épico, la escena final, con explosiones en la nave por todos lados, llega el héroe del juego, ese piloto que se adentra en la nave para estrellarse justo cuando está preparando un ataque con láser y aprovechando esto, hace explotar de manera definitiva la nave.
Al final cae la copia mala de Hitler encadenado a una lapida de piedra que simplemente termina aplastándolo.